miércoles, 19 de noviembre de 2008

¿Homenaje a la mujer o a la recaudación?

Esta mañana me desperté con una noticia desalentadora, no por el contenido en sí, sino por el mensaje. La noticia en cuestión, anunciaba un sorteo en una discoteca de Valencia de una operación de aumento de pecho entre los asistentes. "Todas las chicas que acudan a la discoteca el próximo 5 de diciembre deberán pagar una entrada de 20 euros. «Será una de las pocas veces que un viernes tengan que abonar un precio por entrar», admite el responsable de 'Pachá'. Con el acceso a la discoteca se entregará un número que habilitará para participar en el posterior sorteo, que se desconoce todavía a qué hora se realizará, pero lo más probable es que sea a mitad de la sesión nocturna y por «una mano inocente». También los hombres recibirán un número y, si fueran ellos los agraciados, «pueden regalárselo a su novia o a una amiga»". Hasta aquí podría ser capaz de digerirla, lo que ya me desarmó fue el título de la campaña: "Pretty Woman. Homenaje a la mujer". Qué hacemos hablando de la igualdad entre hombres y mujeres cuando esta sigue siendo la idea de homenaje a la mujer. Que estas fiestas tengan un gran éxito y consigan llenar como nunca los locales pone en evidencia que las mujeres siguen sintiéndose inferiores al hombre y frustradas por sentirse incapaces de satisfacerlo sin ayuda de dos bolsas de silicona. En este 'homenaje' no sólo te regalan un paseo por quirófano, además la homenajeada será una de las pocas veces que disfrute del honor de pagar la entrada. Por supuesto, el hecho de que sea una estrategia para llenar más la discoteca y animar un poco el negocio, no resta importancia al acto.

Estamos en una sociedad que vive por y para la imagen, más concretamente por y para el físico, porque la educación, la cultura y el saber estar, que son los que nos diferencian de un maniquí, los tenemos en el baúl de los recuerdos. Hemos alcanzado un punto en que una mujer no puede vivir de manera digna sin un buen aumento de pecho, unos labios nuevos, una visita a la cera al mes, miles de cremas, extensiones y tintes, sesiones de lámpara, una buena recopilación de dietas... Últimamente, los hombres se están uniendo al club dando lugar a una nueva especie conocida como metrosexual, que se caracteriza por el culto al cuerpo.

Nuestra imagen nos persigue en todos los ámbitos de nuestra vida. Como el tiempo es limitado, nos vemos obligados a escoger entre una apariencia digna de estrella de cine o ser capaces de mantener una conversación interesante. De la pérdida de interés por la lectura, el nivel de la educación y el aumento de audiencia de programas del corazón cuyos protagonistas están en lo más alto del triunfo del físico, podemos deducir hacia dónde se inclina la balanza. En el ámbito laboral, una buena imagen te abre muchas puertas, en algunos casos más que tu preparación. En el caso de las mujeres la presión es aún mayor, llegando al extremo de una pérdida total de confianza y un complejo de inferioridad cada vez que aparece en un anuncio una de las pocas afortunadas que logró la perfección física.

Ahora, por si fuera poco, se intenta relacionar esa idea con homenaje a la mujer, porque claro, ¿cómo se puede honrar a una mujer si no es con un aumento de pecho? Se me ocurre que también podría honrarse al hombre y homenajearlo con una depilación completa a la cera, pero sin necesidad de sorteo, sólo por comprar la entrada. Me pregunto en qué momento tanto hombres como mujeres aceptaron que teníamos que seguir todos el mismo modelo y que lo diferente es directamente inferior. O tenemos todos las mismas medidas, los ojos azules o verdes, gastamos la misma talla, vestimos la misma ropa, tenemos los mismos gustos y pensamos lo más parecido posible o directamente no estamos a la altura y por tanto nos acomplejamos, no somos populares y acabamos aceptando lo que impone la mayoría.

Lo que nunca nos da tiempo a plantearnos entre moldeador y moldeador es si la chica que aparece en la fotografía será tan feliz como nos imaginamos, porque siempre que queremos parecernos a alguien suponemos que el cambio nos va a llevar a la felicidad. Los que tomamos o nos muestran como modelos de perfección, deberían tener la vida resuelta, ya tienen todo lo que se puede desear. Sin embargo, la realidad demuestra que una vida de retoques en quirófano no da la felicidad, ni un buen trabajo, ni nos ayuda a sentirnos realizados como personas. El gran engaño, es que el aspecto puede despertar el interés por una persona, pero si no va acompañado de algo más, como ocurre en muchos casos, desaparece en un abrir y cerrar de ojos.

1 comentario:

Unknown dijo...

Ayer vi un episodio de Bones en el que una forense se negaba a despegar la carne de los huesos de un cadáver sin una razón justificada mientras un hombre,también forense,se empeñaba en convencerla de que era algo natural.
Sin duda, por el simple hecho de ser personas, el despegar la carne de los huesos de un cadáver debería horrorizarnos por eso de que una vez fue un ser humano con dignidad y con derecho a ser despedido por sus familiares como tal y no como un caldo de pollo con tropezones.
Al final cedió dejando al que ella llamó "Igor" hacerlo pues se trataba de resolver un crimen.
"Igor" pueden ser llamados aquellos "profesionales de la belleza" que se dedican a introducir objetos extraños en las entrañas, debajo de los músculos, separando la carne de los huesos,con un instrumento similar a aquel que se usa para forzar un coche, ahora ya no de un cadáver sino de un ser viviente y supuestamente inteligente.
Nos esforzamos en proteger nuestras casas, nuestras posesiones y sin embargo, dejamos que horaden en nuestro cuerpo como si fuese una zanja cualquiera. ¡Adelante! Dejemos que "Igor" nos convierta a la "uniformidad" de la aformidad y deformidad, así un día podremos gritar eso de ¡LA SILICONA ESTÁ VIVA!