lunes, 15 de diciembre de 2008

¿"Quién me ha robado el mes de abril"?


Últimamente nos estamos dando cuenta de que algo hicimos mal. Con esta crisis económica se pone en evidencia un modelo de sociedad insostenible, podríamos llamarlo "el mundo al revés". Este modelo consiste en aceptar sin dedicarle un sólo momento que todo matrimonio que aspire a considerarse como tal necesita tener como mínimo un piso, si son más mejor.

Esta idea innovadora, inculcada por los padres desde el principio del noviazgo, lleva a jóvenes que bien por ser su primer sueldo, bien por no ganar demasiado, ven reducido su abanico de posibilidades y acaban comprando el único que se podían permitir. Digo lo de innovadora porque sólo en estos últimos tiempos se planteó que personas en su primer trabajo (lo que implica que nunca ganaron dinero antes) tengan que conseguir de forma inmediata lo mismo que sus padres después de treinta años de sueldo. Lo que nadie se paró a pensar es que el dinero no da la felicidad pero aporta bastante. Entonces, ¿por qué nos cerramos la puerta al alquiler? Porque decidimos que un piso en propiedad es un motivo de orgullo, al igual que cambiar el coche cada cuatro o cinco años y comprar cada vez uno mayor. Si luego consume más, los recambios son más caros y el precio de las revisiones también, es irrelevante, el tamaño importa.

Siguiendo el mismo razonamiento, una pareja joven que aún está en un empleo temporal se ve abocada a firmar una hipoteca por un piso que a lo mejor en 5 años, con otro sueldo probablemente mayor y con empleo más estable, no hubiera aceptado. En el mismo instante en que firma el documento, está cerrándose la puerta (o al menos dificultando el paso) a un empleo en otra ciudad o en otro país, que supondría cambiar de residencia. Pero claro, alquilar es tirar el dinero mes a mes. Sin embargo, que la hipoteca por un piso que era el único al que aspirabas en ese momento, en un barrio que no acaba de gustarte y a lo mejor sin ascensor, te lleve la mitad del sueldo y te deje temblando cada mes, eso sí que es inteligente.

Bueno, luego nos sorprendemos por el número de divorcios, pero cómo no te vas a divorciar si estamos hablando de jóvenes que llevaban una vida maravillosa en casa con sus padres y sin previo aviso los animamos a firmar una hipoteca y a pasar las tardes en casa ahorrando para amueblar el piso... Con esta situación, ya te puedes ir olvidando de los caprichos que podías permitirte en tu vida de soltero/a. Este cambio para peor se asocia con problemas matrimoniales en lugar de financieros. Con esta nueva filosofía, no es de extrañar que empieces a dirigir tu frustración hacia la persona por la que decidiste cambiar, no es de extrañar que te moleste hasta el último detalle que anteriormente te encantaba. Actualmente empieza a darse una situación ¿curiosa?, no me atrevería a tanto. El caso es que a los problemas que ocasiona un divorcio en sí, ahora se añaden los de deshacerse del famoso piso. Una de las innovadoras soluciones consiste en separarse y pasar de vivir con tu pareja a compartir piso con ella porque ni encuentras comprador ni te puedes escapar de las deudas….

En el peor de los casos, algunos se decantaron por soluciones fáciles a corto plazo como los créditos al consumo. Esto combinado con el coche a plazos, llevar la hipoteca y demás gastos ineludibles como videoconsolas, ordenadores, móviles y viajes llevan a situaciones como la que estamos viviendo. Gente que no puede ni podrá afrontar una situación económica desfavorable en la que nadie le va a firmar créditos con los que salvar los que ya tenía. Matrimonios que se separan y terminan por vender el piso que les hundió la vida. Personas desesperadas que no entienden como acabaron en esa situación y que se ven obligadas a vivir del odiado alquiler o a volver a casa de sus padres.

Contrariamente a la creencia popular, soy de la opinión de que la vida tiene sus fases y desde luego la de los veinte y los treinta no incluye una hipoteca. Es mucho más fácil sacar una relación adelante pagando un alquiler de 400 ó 500 euros en el barrio que te gusta que pagando 1000 ó 1200 en el piso que te vendieron. Son esos 500 ó 600 euros más al mes los que te dan juego para salir los fines de semana, comprar algo de ropa o hacer un viaje. Puede que la felicidad no esté en el dinero, pero sí en disfrutar de la vida. Desde luego donde se demostró que no está nunca es en asumir una existencia de encierro y privación para amueblar la casa. Espero que esta situación haga reflexionar a muchos y sean cada vez menos los que tengan que preguntarse ¿"cómo pudo sucederme a mi"?

Por último, dejo el enlace de la canción de Sabina para aquellos que quieran escucharla una vez más:

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